Que no me encuentren

martes, agosto 19, 2008

Volver con la frente marchita.

El tango siempre es triste. Pero a veces un buen tango sirve para empezar de nuevo. Hay veces cuando uno se levanta que siente esa nostalgia arrevalera en el aire que respira, lo siente con aquella primera bocanada que llega al cuerpo y se asienta. Sabé y su insensatez no comprende que el mundo cambia sin esperar que nos demos cuenta. Yo lo hice, pero solo a la noche, antes de irme a dormir.

18 horas antes:

Creí que por madrugar los asientos me esperaban vacios: Ante mi error muy simpaticamente me hice lugar entre cadaveres, ideas de ser humano, que dejaban los despojos de su vida atormentada colgadas del arnes del colectivo.

La señora de la ventanilla más proxima a la puerta, ocuapaba un lugar de descapacitados, le dijo muy sonriente al señor de su izquierda que por favor la dejara pasar. Lo hizo sonriendo, a medida que con su gesto sentenciaba su desprecio. Acompañaba su galante sonrisa un refinamiento de su nariz y una muesquita de pudor al rozar su pierna con la de él. Ella Tendría cerca de 50 años, un vestido rosa de otra epoca. Él en cambio era un Shapali-Shapala. De esos que hace mucho vivian en buenos aires y que los mitos oficiales dicen que se fueron a uruguay. De esos que murieron al frente de batalla en guerras riduculas y caprichos militares de una patria que se sentía fuerte matando a lo que no era igual.

Por un instante, en ese roce de rodillas se chocaron abruptamente aquellas tan dispares realidades. Hubo un sentimiento de desagrado en los dos, ambos lo disimulaban. Correctamente hay que sonreir, se decían mientras que el alma putrefacta se asomaba como un brillo intenso en los ojos que resaltaban el rosa cliche de su vestido, y contrastaban con la percuidda piel del shapalá.

Se bajo sin mirar atras... y por lo lejos, con no más de 24 años una pequeña jovenzuela se hizo paso entre los indiferentes occisos para tomar el lugar vacio. Le agradecío con un gesto al shapalá que corriera su rodilla al pasar. El desprecio rosado se convirtio en indiferencia juvenil, y con una sonrisa de superacion miro por la ventana. A ella no le causaba repulsion el color de piel, ni su precencia. Estaba preocupada por asuntos mucho´más importantes. Estaba convencida que este pais no funcionaba. Sino, como acaso ella, tenía que viajar en colectivo? Se merecía, de eso estaba convencida, más que nadie alli presente aquel lugar vacio. No los conocía, no le interesaba conocerlos. No hacía falta. Cuando uno flota se levanta sobre los demás cuerpos y mira con desden aquella masa uniforme e indiferencia de muertos vivientes.

De tanta muerte, rostros palidos, abrumados, andrjosos, desgastados, infelices, a veces surge un movimiento. Como los geiseres de Titan empezaron a moverse las extremidades de aquellos, atolondrados e imprudentemente, pasando por encima del resto de los cuerpos que aun se encontraban en el latargo cotidiano, el mismo letargo que los hacía estar muertos entre una infinidad de rocas (Siempre creí que las rocas tenían sentimientos y emociones, por eso siempre las pateo). Todos se apresuraron a salir en la estacion de once. Pude sentarme y empezar mi libro.

Bioy casares a veces me apasiona. no se quien decía por ahi que el escribía ficcion. No estoy de acuerdo. No imorta mucho siempre y cuando entendámos que poco a poco vamos perdiendo el alma por la tecnología. Que solos en una isla desierta nuestro espiritu se desanima y que cualquier fantasía se convierte en la razon de vivir. Morel, y tambien Bioy lo sabían muy bien.

No pude releer aquellas paginas finales que tanto había ansiado y que con esmero inclui dentro de mi ya no tan vida cotidiana. Un dia de reminicencias en el que pasado se imponía. La misma frase de Marx de todos los días. Los fantasmas del pasado que vuelven a la vida y que se imponen para determinar la direccion. En mi estaba aferrarme a caminos pasados o elegir algunos nuevos. Probar y arriesgarme en busca de un sendero mejor. Cerre el libro, baje del colectivo, prendí un cigarrillo y empece a caminar.

Me encontre frente a una esquina con la certeza de haber perdido la nocion del tiempo. Intente recordar las ultimas cinco cuadras y solo encontre el eco de un vacio absoluto. Ni un gesto, ni un paso, ni una imagen se manifestaba concisa. ¿Que fue lo que en esas cinco cuadras olvide? Empece a rellenar los vacios de recuerdos con memorias inventadas. Un tropezon en una baldosa, una cancion que cantaba que en realidad nunca canté. Enfrente se aparecía la puerta de la facultad. Impetuoso la cruce y subi pensando, mejor dicho, olvidando que hace un rato habia olvidado.

Y entonces, cuando me canso de escribir, se sintetiza el universo en un parrafo lamentable.
El día termina a eso de las diez, cuando la rutina se convierte en un estigma germinal. Me voy a dormir, me despido de ella, me alejo... y me doy cuenta que un Tango siempre es triste, pero que a veces esa nostalgía sirve para empezar de nuevo, y comprender.