Que no me encuentren

jueves, abril 26, 2007

Precipicio.

A veces pienso que es necesario estar frente al abismo, mirar para abajo, sentir el vertigo, pensar: "hasta aca llego", para darse vuelta y volver por el mismo camino andado. Lo que escribo no se corresponde con lo que pienso, es que la metafora me lleva sola por un camino que no es el mio. Esas vicitudes del lenguaje diario. Uno termina diciendo cosas que no quiere decir, o bien, que significan lo que uno piensa pero que no se entiende como es que esas ideas tan dispares estan vinculadas dentro de cierto nivel de abstraccion.

Sucede que estaba en un taxí, no habia dormido, habia intentado prestar 4 horas consecutivas de atencion en una serie de dos clases sucesivas. No recuerdo mucho de lo que se dijo, ni si entendí algo, tampoco entiendo por q me quede en las clases. En reiteradas situaciones creo haberme dormido un breve instante... ese cabecear incierto que nos sorprende muchas veces. El taxí, el conductor. ¿De que me habla este tipo? Tengo la certeza de no haber oido su voz y haberlo visto gesticular palabras. Perdoname, no dormí. Estoy medio cansado. No era suficiente para frenar sus ganas desenfrenadas de hablar, ahora me acuerdo...

La radio estaba bastante alta, me habia pedido permiso para subir el volumen, pense en intercambiar su ruido por el derecho de fumarme un cigarrillo, pero no pude formular coherentemente la oracion asi que me resigne a decirle sí, subí. Era esa radio donde la gente llama y cuenta sus vivencias de sobreviviente, hablaban sobre cowboy, sobre los juegos de la infancia, sobre la jerga que utilizaban 3 decadas atras. Yo la viví, yo la viví! me decia el señor taxista, me hablaba con un aire de niño emancipado, de cadaver masturbado, desde la pretension de la experiencia de haberla vivido, de haberla gastado... pero se notaba en su mirada mediocre que de joven como tantos otros habia sido un perdedor, un pobre fracasado. Mucho mas interesante eran las historias que se contaban en la radio, de mujeres traicionadas, despechadas, de amantes, de hijos putativos y secretos que ahora se contaban porque las personas involucradas ya estaban muertas. Pareciera que el conductor de aquel taxi era un viejo de 80 años, pero era un viejo de cuarenta. Se puede ser joven a los cuarenta, pero éste buen/mal hombre definitivamente no lo era. ¿Le podre decir que se caye la boca que quiero escuchar la radio? no se lo dije y varias veces me arrepentí. Me hablaba del barrio, que el iba al mercado, decía: Eso es cierto!!! cada vez que se sentía identificado con un comentario de la radio. No se daba cuenta que hablaba con un vegetal, ni el silencio te respetan ya che: me obligo a hablar. Le conte que habia estado viajando, y que en mis viajes conoci muchos lugares, pero que lo más impresionante era el campo. La realidad social que se vive. Y parecía amargado tanto como yo pretendia estarlo. Me corto la historia por la mitad, el tipo tenia necesidad de hablar y yo no era su sacerdote... su sacerdote, vi la cruz colgada sobre el espejo y no dude en tirar la bomba: La verdad que la culpa de toda esta mierda la tiene la iglesia, alla en el campo, en salta, estan metidos hasta el cuello con la explotacion, en cada misa, en cada sermon, mandán a la gente a trabajar, le dicen que es sano, que es por su dios, y no les pagan viste? les dan un papelito que pueden cambiar en la despensa del patron por bienes... te fian, y a fin de mes cuando van a cobrar el sueldo les dicen que gastaron mas de lo que tienen que pagarles, que trabajen dos dias extras y que las cuentas estan a mano. Y los curas tienen sus propios indios para trabajar. Es mas puro trabajar con indios, estan corrompidos entonces se los puede esclavizar.
¿Ah si?
Esa fue su respuesta, y yo solo afirme con la cabeza. Vino el silencio, añoraba el silencio, hubo un silencio. Mire la cruz de nuevo y me sentí culpable. Estuve mal. Me volví a sentir culpable. Me justifique en su falta de respeto, en el respeto a mi silencio, pero estuve mal. Viajamos unos minutos en silencio. Se escuchaba la radio, se escuchaban las historias entretenidas, pero la culpa me hablaba y yo le hable. Quise amigarme tacitamente con aquel desconocido, pero creo que solo le dije boludeces, no recuerdo lo que le dije. Tengo la extraña certeza de haberle hablado del transito, pero no recuerdo el hecho concreto de la experiencia. Me dejo en mi casa y me fui a dormir, despues de todo, eso era lo unico que yo siempre habia querido.

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